El preso es Assange mientras NADIE ha desmentido los informes de Wikileaks.

Y pasada la resaca electoral, vamos con un caso de abuso e injusticia global.

Jamás Estados Unidos desmintió los hechos que revelaban los 700.000 documentos de la Casa Blanca y el Pentágono, en su mayoría sobre las barbaries cometidas por Estados Unidos en Irak y Afganistán, filtrados por Wikileaks: Torturas, asesinatos, masacres, espionaje, manipulación. O sea, se quiere castigar con 175 años de prisión (que difícilmente podrán cumplirse) al denunciante, no a los perpetradores de tales infamias. La verdad ha sido asesinada. El periodismo también.  

 

Con Julian Assange se están ensañando para que el siguiente se lo piense mejor antes de denunciar el abuso genocida de los poderosos. Todo lo que está ocurriendo es un ataque a la libertad de expresión. 

Periodismo. Solo ha hecho falta un periodista valiente en el mundo, para mostrarmos lo desnudos que estamos. Es normal que el resto evite salir de su redil para buscar las verdades, porque este es el resultado publico que nadie, al parecer, podrá ni querrá impedir. Por muchos siglos que hayan pasado, las hogueras aun permanecen encencidas como una forma de aviso al resto de periodistas: Quien se salga del redil terminará en Guantánamo, y eso con suerte. 

Mientra tanto, los criminales están y seguirán libres, defendidos por el establishment, el lawfare y la parafernalia de los medios hegemónicos. El delito de Julian Assange fue informar sobre lo que sucedía, basándose sólo y exclusivamente en los informes de los organismos de (in)seguridad estadounidenses.

Qué vergüenza de países europeos que bailamos las melodías que desde allí nos tocan 


 

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